CRÓNICAS AMAZONENSES

Todos los años tenemos una fiesta: Los Cronistas Oficiales de los diferentes estados de Venezuela hacemos nuestra Convención Nacional. Ningún lugar como ese para reunirse esa “cuerda de quijotes” como nos auto llamó un colega.

El dinero no es el incentivo. A algunos nos pagan, a otros le mal pagan y a otros ni siquiera eso. Ya pasamos esa etapa del eterno buscar el buen vivir, pasear y beber bien. Ahora, ya al final, los que como siempre, dejamos todo para lo último, estamos apurados: No sabemos si nos alcanzará la vida para hacer todo lo pensado ya en camino hacia la eterna sepultura. Mi prioridad es escribir una Historia de Amazonas. O al menos comenzarla, porque no tenemos Historia escrita.

Esta vez nos reunimos en Valencia. Llego al antiguo Hotel Intercontinental Valencia, actual VENETUR. Fabuloso y hermoso, como los otros que una vez visité, en aquella Venezuela que se nos fue. Pero ahí no era la Convención. Mala seña, como dicen mis parientes. Varios agarramos mal la señal y, sin embargo, nos trataron muy amablemente y nos perdonan la equivocación.

Nuestro ánimo no decae, porque los quijotes, estamos a prueba de maldad: usamos el ungüento de fierabrás y tenemos un problema: cuando somos pobres, queremos ser ricos y cuando somos ricos, queremos ser pobres. Luego nos cuentan: el malévolo gobernador nos quiso hacer una mala jugada y hasta lo último mantuvo su invitación, para luego dejarnos abandonados. Al otro día el Alcalde de los Guayos, repitió la mala jugada en una imitación de su congénere: hasta lo último nos mantuvo invitados y hasta a comer con él.

Sin embargo todos los parabienes del cielo, literalmente, nos cayeron encima. Menos mal que Monseñor Baltasar Porras es uno de nosotros (Cronista de Mérida) y somos tratados a cuerpo de hombres sin pecados y alojados en las edificaciones de La Iglesia, con comida incluida. Hicimos una de nuestras deliberaciones en La Iglesia de San Diego. ¡Sorpresa! Nunca antes la había visitado y es una ciudad donde no hay ranchos ni pobres. Pero…¡Esto no es Venezuela! Con razón al Alcalde Scarano lo metieron preso, porque en este régimen, al que sirve lo persigue. De todos modos hubo nuevas elecciones y la Señora del Alcalde preso sacó el 90% de los votos.

Antes de comenzar nuestras actividades fuimos a misa. La ofició el mismo Monseñor Porras. Tenía muchos años sin ir a la Iglesia. Es distinto a mis tiempos, cuando el Santo Oficio era en latín y era más solemne. El discurso desde el púlpito de Monseñor Porras es verdaderamente emocionante. “No nos entristezcamos. Tengamos fe. Luchemos”. En mi extravío me recuerdo que en una Iglesia está prohibido aplaudir, cuando casi lo hago. De todos modos al final el mismo Monseñor nos invitó a aplaudir no se qué. Verdaderamente, esto está muy cambiado, cuando en mis tiempos, para pasar de un lado a otro de la Iglesia, había que hacer una genuflexión y el recogimiento era total. El resto del tiempo lo empleo en detallar la estructura y arquitectura de la Iglesia. Es digna de San Diego. Sencilla, moderna y monumental, con la forma de nuestras churuatas amazonenses. Con razón me sentí tan bien ahí.

Viene luego la juramentación de los nuevos colegas. También leen la lista de los fallecidos durante el año. Ya estoy preparado para ello, cuando le toquen nombrarme en esa lista. Mientras, continúo mi incansable trabajo que no es tal: es un juego, como siempre ha sido para mí la vida.

Las deliberaciones son una muestra de comunión entre personas que nos estimamos y valoramos mucho y tenemos derecho a expresárnoslo solamente una vez al año. La repartición e intercambio de informaciones es grandiosa. El conocimiento y saber tiene salida entre personas afines que solamente quieren cumplir con el rol que al final de la vida, como en mi caso, de dejar el legado de tradición e historia de nuestra patria chica a la posteridad.

Aprovecho para hablar con los que pueden ayudarnos en escribir nuestra Historia Regional, aun por escribirse: muchos conservan sus raíces amazonenses, pues son descendientes de familiares que aquí estuvieron en la época del caucho. Otros son Cronistas y testigos de las tierras donde nacieron o habitaron muchos de nuestros personajes de nuestra Historia. Todos son investigadores de primera y les pido su colaboración, ayudarnos en la construcción, al menos al comienzo, de la recopilación de nuestras fuentes históricas.

Ha sido un reencuentro maravilloso para personas afines que tenemos derecho a vernos una vez cada año. Hasta que alguno, por razones mayores, falte a la cita. Pero en seguida vendrá otro: ¡Ha muerto el Cronista!¡Viva el Cronista! La Historia y el Saber continúan. Y se reúnen.

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